lunes, 21 de enero de 2008

PAMPANADAS Y PAPARRUCHAS

HIROSIMA MON AMOUR


En el recuerdo el fondo de la guerra, el gris turbio de un pasado reciente. El amor difuminado, al principio, burbujeante de intervalos, con brazos perlados de sudor efímero, de encuentro fugaz. Amor y guerra. Reconstrucción del pasado para olvidarlo. Hombre y mujer. El hombre y la mujer como centros del amor y la guerra: Hiroshima mon amour, por ejemplo. Sembrar amor donde se cernió la guerra, la destrucción, la separación.
Amarse sin conocimiento del otro. Conocerse después de haberse amado. O conocerse mientras se aman, al alimón.
Alguien escribió que el presente es un futuro pasado, que el presente es un futuro que aún no ha llegado, o algo parecido. Amor con el fondo incendiado por la guerra. Hiroshima mon amour. Amor presente de una guerra pasada. Amor pasado de una guerra olvidada. Recuerdo y olvido. Recordar el pasado para olvidarlo: para reivindicar el futuro.


DORADA ILUSIÓN


Salí a buscarla y fui al bar donde siempre la encontraba, pero esta vez no estaba allí. Miré hacia la silla que ella ocupaba en ocasiones anteriores. Siempre la misma silla, siempre el mismo lugar. (Aunque no fuera la misma silla, no importa, porque el amor es ciego y unificador.) No estaba allí y posé mis ojos cansados en el mimbre agujereado de la silla solitaria, claroscuros agujeros de la huida, por donde se me escurrió, por donde se deslizó hasta mi pensamiento presente/ausente, con esa barra estructural, que es como una lanza diagonal que cierra el paso, barrera que nos separa y nos evita.
Me senté en su silla, con cautela, para no rozar su aura, para no asfixiar su recuerdo, para aleccionarlo.
Me senté y la soñé de pie escrutándome, con sus labios rosas y su mirar sonriente. Yo le asía su mano terciopelo, grácil, frágil y resbaladiza. La mano se me escapaba como si fuera un pez asustado. La volvía a sujetar y tornaba a separarse. Así pugné durante mucho rato, hasta que, por fin, tumbé su fortaleza, se abrazó a mi cuello y rozó su tez por mi asombro, con suavidad, susrrando junto a mis oídos palabras violetas y axhalaciones tibias.
Todo era como una brisa menta, como un vientecillo fresco que se me antojaba cariñoso y bienhechor.
Cuando desperté estaba junto a mi, pero entonces ya no la vi.

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