martes, 25 de diciembre de 2007

SANTA BERENICE. Introducción.

Fe, lo que se dice fe, sí que tienen. En qué o en quién, es más difícil precisar. Aparentemente en Santa Berenice o Virgen Berenice, que con ambos dones se hace llamar esta echacuervos sin escrúpulos, buldera de profesión, gallofera del euro fácil a costa de la ignorancia de personas afligidas y desesperadas.
Coetáneo de la serpiente del Paraíso, el pícaro existió en todas las épocas y lugares. Con el paso del tiempo, fue cambiando la forma de presentarse ante el público, varió las maneras de actuar ante la víctima y adoptó nuevos métodos embaucadores, pero el objetivo único de su comportamiento ha sido secularmente el mismo: burlar a lelos y a pardillos.
Señuelo de incautos, embeleco de memos, desde el origen del mundo caldereros, tunantes, sopistas, santeros, pitonisos, saludadores, gaiteros, futurólogos, videntes, etc., toda una cohorte de truhánes ha ido esparciendo por doquier la semilla del engaño, la argucia y la triquiñuela. Son los pícaros que se lanzan al sol y al aire de las ciudades dispuestos a buscarse la contingencia que los sustente en esta tierra de Dios. (Antes lo hacían en las revueltas de las esquinas; ahora más modernamente, sin salir de casa, en lujosas mansiones, o través del teléfono o la televisión.)
Desvergonzados belitres existieron en todo momento, como viene reseñado, pero es en épocas de crisis (económica, social, de valores...) cuando florecen como setas. El personal que anda un tanto perdido, hastiado y confundido, busca en ellos el consuelo a sus pesares que la realidad les negó. Aunque vendedores de esperanzas falsas, estos santones de pacotillas hallan en los seres descontentos de sí mismos su mayor filón: enfermos desahuciados e individuos casquivanos y aturdidos nutren su clientela más fervorosa y fiel.
El cuadro Santa Berenice, que se muestra a continuación, intenta probar modestamente lo expuesto más arriba. Está extraído casi en su literalidad de un acto colectivo de curaciones que ostentósamente se apodan milagrosas. El texto que se presenta aparece ante los ojos del mundo con mínimos retoques de la sintaxis, para que la escena que se pretende reflejar no pierda su naturaleza íntima. Por tanto, la pieza no es fruto de mi imaginación. Únicamente el nombre de la protagonista es inventado. El resto sucedió tal cual aparece en estas páginas. Mi mérito, si es que alguno tuviera, estriba en haberme camuflado en el ritual y transcribirlo.
Lo demás queda a criterio del lector.


SANTA BERENICE


BOSQUEJO
DE UN
ACTO DE CURACIONES MILAGROSAS
O
RITUAL DE TERAPIA PARA NECIOS







ESCENA ÚNICA


En casa de santa Berenice. Dos habitaciones contiguas, de aproximadamente quince metros cuadrados cada una. Ambas decoradas con exceso barroco. De las paredes cuelgan abundantes estampas e imágenes religiosas, coronas de laurel, cruces de mirto, retratos de santa Berenice de diferentes épocas y lugares... Escasamente iluminadas: sólo la tenue luz de las velas de un par de candelabros y la leve claridad de la mañana, que penetra con dificultad por entre la muchedumbre de curiosos que se agolpan a la ventana, restan oscuridad y confusión al lóbrego habitáculo.
En la habitación que está más al fondo, adosadas a las paredes, casi constreñidas, se alinean, formando un círculo, veinte sillas, ocupadas por otras tantas personas enfermas, de distintas edades y sexo; en el centro de la misma, se yergue un velador repleto de envases de vidrio, todos del mismo tamaño, semejantes a los frascos de yogur. Una gruesa vela, encendida, chisporretea encima del velador; al lado, en el interior de un recipiente cilíndrico, se amontonan un indescifrable número de estopas o cerillos. Las ventosas y los cerillos serán utilizados durante el ceremonial, para succionar la parte dañada del cuerpo enfermo.
A través de un corredor, carente de magia y con andares rudos, aparece santa Berenice. --Vocerío, algarabía, trápala, aplausos y vítores del gentío presente: ¡Viva Santa Berenice! ¡Vivaaa..!--. Camina hasta el centro del aposento, se detiene, mira en derredor. (Silencio sepulcral.) Mujer ventruda, viste sin elegancia su obesidad --telas burdas, colores opacos--, y como una campesina, cubre su cabeza con un pañuelo de lino.
Santa Berenice manipula en torno al velador; la ligera inclinación de su cabeza no oculta la expresión taimada de su rostro, ni el mirar afilado de sus ojos perspicaces. En la habitación se escuchan murmullos, toses aisladas, bisbiseos, frases inconexas, exclamaciones de dolor de un paciente... Santa Berenice, alrededor de la mesa, prepara las ventosas.
Empieza a hablar...


SANTA BERENICE (Dirigiéndose a un paciente, imperativa): ¡Nene, ponte bien! (Bajando el tono de voz.) Eh, puedes hablar.
PACIENTE/1 (Dubitativo): ¿Hablo?
SANTA BERENICE (A otro enfermo, consoladora): Ya estás bien, ya estás bien.
PACIENTE/2: Madre santa: se le entiende.
PACIENTE/1: Se lo ruego, madre; me disparo.
Santa Berenice inicia el ritual. Se dispone a colocar ventosas; dos o tres a cada paciente, según, situándolas en la parte del cuerpo donde se localiza el mal particular.
PACIENTE/3 (Quejumbrosa): Siempre he temido a mis padres...
SANTA BERENICE (Sin dejarla continuar; tajante): Sí; es que tenéis que tener miedo. ¡Es increíble! Pero es así. Sabéis que la gente se ha vuelto muy mala. ¿Pero sabéis por qué? Porque el diablo está dentro de las gentes; está dentro, sí, y lo ignoran.
CORO DE PACIENTES: ¡Sálvanos, madre, sálvanos!
SANTA BERENICE Nadie puede curaros de los muertos. ¡Salvo virgen Berenice, nadie puede! Ni siquiera los médicos.
CORO DE PACIENTES: ¡Sólo vos puede, madre!
SANTA BERENICE: Recordáis a la joven que vino días atrás... ¿La recordáis? Me decía a grito vivo: ¡Sálvame, santa Berenice, sálvame! Había acudido a los mejores médicos del mundo. ¿Y qué? Nada de nada. Hasta que vino a mí. ¡Pero yo también me canso de tantos muertos! (Condescendientes.) Claro que si no os los quito acaban con vosotros...
CORO DE PACIENTES: Es usted muy buena, madre.
SANTA BERENICE (Pausa breve; pensativa): Os acordáis cuando os dije en la montaña: Nadie me cree; se ríen de mí, pero ya veréis (Amenazadora.) ¡Como el que se ría ahora, llorará después! ¡Dicho y hecho! ¿No veis, pecadores, las personas que vienen implorándome que las cure? Diciéndome: ¡Sálvame, madre, sálvame! Son personas con el demonio dentro del cuerpo; personas con el cuerpo lleno de muertos, que no tienen salvación en la tierra si no les otorgo el perdón. ¡Parece increíble! Pero sois tantos... Lo que acabo de decir... (dubitativa), lo dicho anteriormente no tiene nada de falso. Es la única verdad. Conmigo no valen las mentiras. Sabéis que cuando una persona viene mintiendo, la echo a la calle. ¡Mientras viva jamás toleraré la falsía! ¡Ni a los falsos! ¡Oh, Señor, cuánto trabajo! Mirad vosotros qué os ha ocurrido cuando habéis mentido.
CORO DE PACIENTE: Nos castiga Dios, madre.
SANTA BERENICE (Satisfecha): Os castiga, claro: os castiga.
PACIENTE/4: Madre, tengo un catarro fuerte: la espalda, el pecho, la nariz... Todo me molesta.
SANTA BERENICE: Coge, va; coge. Tu coge (le alarga una ventosa; luego en voz baja:) Cállate. (Suspirando.) Es muy malo el Malo. (Tras permanecer silenciosa unos instantes, santa Berenice se dirige a Paciente/1, que tiene la mano alzada.) Habla.
PACIENTE/1 (Ininteligible): ...Fue soñando, madre. Fui a abrir la puerta del piso y se me presentó de repente un gato negro negro, con el rabo largo largo...
SANTA BERENICE (Cortante): ¡Eso! ¡Brujería! La brujería está muy escaldada hoy en día. Rogaría a cuantos la practican que dejen de hacerlo, porque morirán; y son precisamente esas personas las que vienen aquí después de muertas... Algunos estáis engendrados por el diablo; porque hay o ha habido miembros de vuestras familias que han practicado la brujería. Familiares que al morir os han trasladado el mal... y vosotros continuáis haciéndolo ¡Hay que hacer el bien!
CORO DE PACIENTES: ¡Muera la brujería!
SANTA BERENICE: La brujería os hace mucho daño. Mirad como venís: ¡locos! Locos, locos. Sí, locos de remate; locos de atar. (Con amabilidad.) Debéis evitar al Maligno. (Finge cansancio.) No puedo más (Reacciona positivamente.) Bueno, sí puedo; porque soy incansable. De lo contrario, sería imposible llevar a cabo la labor que estoy realizando. Ya veis... en cuanto oís mis palabras todos curados.
CORO DE PACIENTE: Cierto es, madre Berenice. ¡Dios la proteja!...
SANTA BERENICE:.. Por vuestro bien. (Pausa.) Por el bien de toda la humanidad. (Alza la voz desafiante, tras meditar un momento. Continúa.) ¡Desde aquí reto al mundo a que supere mis prodigios! ¡Sí! ¡A que los iguales siquiera! Porque yo no curo, ¡hago milagros! Si hay una persona en el mundo... (Se dirige a un paciente quejumbroso y lo manda callar; después exclama:) ¡Estoy cansada de veros sufrir tanto! Si hay una persona ---repite, jactanciosa---, capaz de emular durante medio año los milagros que he hecho y sigo haciendo, le entrego todos mis bienes. Si existe esa persona (conminatoria), ¡que se atreva a ponerse delante de estos enfermos cancerosos! Porque todo lo que aquí viene es cáncer. ¡Esto es lo último! El fin del mundo. El acabóse.
CORO DE PACIENTES: Sólo en vos confiamos, madre.
SANTA BERENICE: Cuando veo a personas que no pueden acercarse aquí porque están endemoniadas, porque los muertos les impiden venir, sufro. Pobre, me digo. Si supieran que tienen salvación ¡Todo el que venga a mí se salvará! No importa su condición social. No importa que sea rico o pobre. Sólo es necesario tener fe... tener fe en santa Berenice y en su poder para liberaros de los muertos. Yo acojo a todos.
CORO DE PACIENTE: Todo en vos es bondad, madre.
SANTA BERENICE: En ocasiones os riño y os digo: callaos, escuchad. Este señor tiene un mes de vida, voy a salvarlo; y entonces lo hago entrar. Vosotros calláis, observáis lo que hago y veis la verdad. Al cabo de un tiempo, vienen sus familiares, y dicen: gracias santa Berenice; tenía un mes de vida, o un año, pero ya está bien. Los médicos dicen que la enfermedad ha sanado. Gracias, madre.
CORO DE PACIENTES: Sí, madre. Sálvenos.
PACIENTE/3: El otro día, madre, vi una mano en el espejo de mi habitación. Era una mano de mujer, con las uñas largas y afiladas; unas manos con unas uñas muy largas que parecían unas manos de bruja. (Llorando.) Me asusté, madre; y las vi yo sola.
SANTA BERENICE: (Complaciente): Sí, hija mía, sí.
PACIENTE/3: Tenía a mi hija al lado, le dije: te has fijado, Susana, ésa mano en el espejo.
SANTA BERENICE: ¿La niña también vio la mano?
PACIENTE/3. No la vio.
SANTA BERENICE (Irritada): ¿Cómo sabes tú que era una bruja?
PACIENTE/3: (Cohibida): Me lo imagino, madre; Me pasan cosas muy raras.
SANTA BERENICE (Displicente): Te ocurren cosas extrañas, verdad… Pero respóndeme. Cuando viniste por primera vez, llegaste diciendo que tú tenías poderes sobrenaturales. ¿Recuerdas? Yo te contesté: con los poderes hay que nacer; lo que tú tienes es mucha brujería encima. Y muchos muertos engendrados. ¡Ellos son los que te hacen sufrir!
PACIENTE/3 (Compungida): No tengo ganas de nada, madre.
SANTA BERENICE (Ignorándola): Por eso te dije que te fueras. Procuré que visitaras médicos y te gastaras el dinero antes de que volvieras nuevamente. (Reprochando tal proceder, más que a Paciente/3 de cara a la galería, como medida previsora; advertencia admonitoria, a su vez, para aquellos pacientes que en su momento dado pueden ver flaquear su fe en santa Berenice.) Yo estaba segura de que volverías cuando agotaras todos los recursos, porque en la vida no hay otra solución. Únicamente la verdad, y la verdad está aquí. ¡Aquí es donde os curáis! Este es el motivo por el que te permití regresar después de tanto tiempo. (Dirigiéndose a P/3.) ¿Cuánto tiempo hace que no vienes?
PACIENTE/3: Bastante tiempo, madre.
SANTA BERENICE: Mucho tiempo, mucho tiempo. ¿Pero cómo lo has pasado? Cada vez peor, ¿no?
PACIENTE/3: En todo momento me he acordado de usted.
SANTA BERENICE: Te acuerdas, qué remedio. A pesar de la fuerza maligna que te empuja para alejarte de mí y me olvides. Te acuerdas por tu bien: para que te ayude, para que te cure.
PACIENTE/3: Gracias a usted estoy mucho mejor.
SANTA BERENICE: (Vanagloriándose.) Gracias a mí, los que me reconozcan no morirán. ¡Pero pobrecitos los otros! Todo el que se atreva a burlarse de santa Berenice será castigado. (Con suficiencia y solapada prepotencia conmina al Coro de Pacientes). A la humanidad le he impuesto tres castigos, con los que pagarán la osadía de criticarme: el cáncer, la parálisis corporal y el accidente fortuito. Quien se mofe, me calumnie o blasfeme sufrirá uno de los tres correctivos. (Se torna embaucadora.) Nunca he sido mala ni lo seré. Vivo para hacer el bien. Pero lo dije y se cumplirá. De uno de esos tres males morirá quien intente hacerme daño. No hay ser en la tierra que pueda escapar a los designios de santa Berenice. Esto es lo que vaticiné, y esto es lo que ocurrirá. Así que de mí no se ríe nadie, todo lo contrario: en la agonía final todos imploraréis mi nombre. Entonces sabréis quien soy. (Pausa. Santa Berenice mira hacia el techo de la habitación, pensativa. Suspira. Baja la mirada. Prosigue.) Mirad a vuestros parientes viejos cuando estén muriendo ---la muerte es ley de vida; también yo he de morir---. Acercaros a ellos y preguntadles: ¿Quién está aquí junto a ti? Responderán: Santa Berenice está recogiendo mi cuerpo. Pero si no estoy yo, dirán: El demonio vestido de negro. Sólo una de las dos respuestas os dará en el lecho de muerte.
PACIENTE/2: Me estoy acordando, madre, que cuando era pequeñita me daba miedo apagar las luces...
SANTA BERENICE: Tú siempre has tenido tus muertos encima; toda la vida. Y como tú, miles y miles de persona. ¿Por qué creéis que se matan las personas entre sí? Por los muertos que llevan dentro del cuerpo. No son las personas voluntariamente las que deciden quitarse la vida o arrebatársela al prójimo, no; son los espíritus endiablados los que os incitan a acometer tales crímenes, y os empujan al suicidio, diciéndoos: Tírate, tírate, hasta que os lanzáis por el balcón.
PACIENTE/5: Muchas veces, madre, parece como si me cayera de la cama; no sé lo que me pasa. Doy unos saltos muy grandes que parece..., no sé cómo explicarlo, que parece... Además, yo trabajo con mi marido y con mi suegra... y me siento muy dominada. No puedo hacer lo que me apetece. Estoy muy mal.
SANTA BERENICE: Tú has dejado de asistir a las reuniones. Viniste la primera vez diciendo que tenías poderes. Yo te inquirí: Muestras tus poderes, ¿cuáles son? Tú no supiste qué contestar. Respondí: Tus poderes son el mal, el mal y el mal. Tú llorabas. ¡Claro! Porque poderes solamente tengo yo. En el mundo sólo hay una virgen viviente: ¡Santa Berenice! ¡Ay!... Este mundo... Al bueno, lo recluyen; y al malo le dan alas. Porque, ¿cuántas personas locas vienen aquí? Todas, en principio. Ahora ya estáis cuerdas porque os he curado. Pero ¿cómo venís por primera vez? Todos tarumba. Luego de estar aquí ---lo sabéis--- empezáis a estar bien.
CORO DE PACIENTES: Lo sabemos, madre. Nuestra salud a vos os la debemos.
SANTA BERENICE: (Satisfecha): A mi me lo debéis... ¡Ay! A mí me lo debéis. Cuando voy por la calle... Ni siquiera puedo salir. ¡Me conoce tanta gente! Cuando salgo me duele el corazón al ver tanto sufrimiento... Se acercan a mi coche, y exclaman: ¡Ay, ay!, si es la virgen Berenice. Luego añaden: cura a mi marido, por favor. Tiene un cáncer en el pulmón y los médicos lo han desahuciado. Otras personas me dicen: Santa Berenice, la he visto en televisión; proporciónale un trabajo a mi marido, se lo ruego. Está desempleado y tenemos tres hijos. Haga algo por ayudarnos... Es agradable advertir el cariño y la confianza que depositan en mí; pero al mismo tiempo me resulta penoso y triste, porque no puedo arreglar tanto mal. (Contradictoria.) Bueno, sí puedo. Porque yo soy Jesucristo.
UNA VOZ: ¡Viva santa Berenice!
CORO DE PACIENTES: ¡Vivaaa...!






lunes, 24 de diciembre de 2007

PÓRTICO

Acabo de crear el blog El trote de Clavileño. El subtítulo literario es más una excusa para no delimitar su campo de acción que un apellido que lo defina y explique. Al fin y a la postre, la literatura lo abarca todo, como nadie ignora. Visto así, también puede resultar una artimaña. Con todo, el blog nace con pretensiones básicamente literarias, aunque de entrada no excluya otras disciplinas. Las alforjas de Clavileño cargarán temas de política, música, deporte, etc., no siempre juntos ni revueltos, y todo aquello que no estorbe su alegre trote, que espero sea, aunque pausado, rítmico y constante.
La humildad del proyecto al que doy comienzo, me inclinó a degradar al caballo cervantino de su estirpe voladora y legendaria para traerlo a caminar por el suelo de lo común y ordinario. Quizá Clavileño se muestre aquí más prosaico y remolón que en la fábula quijotesca, pero también aparecerá más acorde con el propósito del blog. Que no es otro que transportar sin apremios mis escritos por la telarña de internet. Apuntes, notas, juicios, glosas, relatos, ensayos, etc., será la diversa carga que deberá soportar su lomo figurado, además de retornar las opiniones y comentarios que halle por el camino.
Con esta breve declaración de intenciones estimo suficiente por hoy. Dejemos por ahora tranquilo a Clavileño descansar en su establo para que reponga fuerzas para una carrera que se me antoja larga y desalentadora. Es sólo el principio de lo que aspiro sea una aventura positiva en la red. Pronto empezaremos a cargar sus serones.