miércoles, 23 de enero de 2008

DULCE SERPIENTE

1

...Y te soñaré, dulce serpiente, mientras las estrellas se mojan, y nuestra música es golpeada por el sueño, el cansancio y la apatía. Esta noche te quiero más que nunca. Te siento dentro de mí, viva y sonriente; te siento nadar en mi sangre; te siento respirar. En la penumbra de esta soledad rezuma tu olor, tu presencia, tu ausencia, tu vida, mi esperanza.
Llegará la noche clara y nuestros labios cortarán el aire de la distancia, y nosotros, como dos serafines hadados, deslizaremos nuestras manos por encima de lo eterno, y alegres, recogeremos al respirar el aura perfumada de los lirios, el halo refrescante de una vida sencilla: vida que será más nuestra porque los dos velaremos por ella.
...Y te soñaré, aunque no haya estrellas ni lluvia, porque eres para mí todo el universo.


2

El mar dorado al infinito, gaviotas de espuma, el mar entre negro y cansado, retozando del día que se va. Inmensas nubes de lana, grandiosas rosas de platero, el mar rugiendo su melodía cadenciosa, y nosotros en la arena, en la orilla, entre arrumacos, escuchando silenciosos su piafar de sifón, el mar, la mar, bramando su cadencia de vivo, su cadencia de muerto, y nosotros sintiéndonos, escuchándonos, y escuchando sin mirar el sempiterno quejido del mar.
El mar nos mira, dulce serpiente, alargándose como un tejado de olas; nos sonríe, con su sonrisa imbricada de agua bañada; infinitamente nos contempla con su mirar salado, el mar, la mar, dulce serpiente, y el canto de la noche, y la brisa del silencio, y el sueño reluciente de las estrellas, todo, nos acerca, nos besa, nos enamora.
El mar, la mar, esa inmensidad infinita de la alegría que nos da vida, nos puede salvar, ¡ay!, y ahogar.


3

Dos océanos profundos son tus ojos, dulce serpiente, penetrantes, esquivos y burlones; dos ojos como dos eternidades: inabarcables y misteriosos. Tu cabello es largo, liso, rubio, brillante y suave como el cendal. Tienes el rostro ovalado, bello, proporcionado; la nariz afilada; la boca hermosa, lujuriosamente grande. De tu cuerpo, sobresalen, por igual, dulce serpiente, tus senos prominentes y tus caderas voluptuosas, más sensuales aún al contemplar tus andares rítmicos, ligeros y apresurados, como si continuamente buscaras el infinito. No obstante, criatura maravillosa, lo que más me cautiva es tu mirada: curiosa, inquietante, vivaz, interrogativa...; una mirada que en ocasiones se muestra inquisidora y desafiante, ora burlona ora provocativa; una mirada que a su vez es también una cortina, un parapeto, una coraza y un muro: el pilar que sostiene tus dudas y tus tormentos.
Tus ojos, dulce serpiente, tus ojos... dos espejos celestes que emergen del abismo de tu adolescencia virginal.


4

Como el náufrago que advierte en lontananza el dibujo nublado del barco salvador, así tu presencia de espuma, dulce serpiente, infinita como el horizonte, alegra mi existencia.
Como los vientos sin luna elevan la hojarasca a los confines celeste de lo eterno, así tu sonrisa de nardos, efímera como el aliento, enaltece mi espíritu.
Existencia, sonrisa, espíritu y presencia: todo tu ser absorbe mis sentidos: tu tez albina, tus manos delicadas, tu abundante cabello encampanado... y el mirar cristalino de tus ojos almendrados.
Todo en ti me fascina y embelesa, dulce serpiente, como el rocío hechiza a la mañana cuando acaricia su rostro adormecido

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