martes, 28 de octubre de 2008

Entrevista con Francisco Candel



“LA LITERATURA ES EL MODO DE GANARME LA VIDA.”


Francisco Candel Tortajada (Casas Altas, 1925) es un novelista que escribe de las cosas que ve y oye, y lo hace con soltura y desparpajo. La mayor parte de su obra literaria está dedicada a la ola migratoria que se produjo a mediados del siglo XX en el área metropolitana de Barcelona. El libro que le lanzó a la fama, Els altres catalans, es un estudio periodístico y sociológico sobre los emigrantes.
Desde sus inicios como escritor, su mensaje lo ha enfocado hacia la gente humilde, sobre los perseguidos y los marginados. Precisamente otro de sus libros se titula
Crónica de marginados.
Los personajes de sus novelas están extraídos de la vida real; tanto es así que incluso puede decirse que se inspira en la realidad hasta un punto excesivo. Esta circunstancia le ha dado pie a Candel a decir:
“A veces escribo tan al día que lo que pasa en el libro aún no ha ocurrido en la realidad”. En la realidad, mayormente, de su barrio de el Polvorín, ese grano de pus que le salió a la Barcelona industrial, rica y satisfecha, como escribió Montserrat Roig.
Autor de diversas novelas, cuentos y libros de ensayos, así como de artículos y reportajes, Francisco Candel, coherente con su manera de ser, siempre ha permanecido fiel a su forma de sentir, a su modo de pensar.
--¿Cómo entiende la literatura? ¿Qué significa para usted?
--¡Uy! Para mí, en estos momentos, es un poco la manera de ganarme la vida. Aunque dicho así resulte muy bestia y escaso de romanticismo, pero no sabría decirte otra cosa. Soy un profesional; la literatura es mi oficio. Me siento dichoso porque es la manera de ganarme la vida. La literatura es para mí una profesión.
A más de un escritor le he oído comentar que prefiere al escritor profesional, aunque sea mediocre, que al aficionado brillante. Francisco Candel también aboga por dicha postura, y añade que él no va contra los escritores amateurs, “pero a mí me da la impresión de que si no como de lo que escribo, ya no soy tan escritor”.

SIEMPRE HE QUERIDO SER PINTOR

Julio Cortázar dijo en cierta ocasión que de no haber escrito Rayuela se hubiera tirado al río Sena. Esta es una frase, si se quiere grandilocuente, pero a su vez lo suficientemente expresiva, demostrativa, de cómo literatura y vida iban emparejadas, se yuxtaponían y eran una misma cosa para el escritor argentino.
--¿Vive usted la literatura con la misma intensidad?
--No; yo lo que siempre quise ser es pintor. Hay más placer en las artes plásticas, en la pintura, la escultura, donde manejas una materia con las manos, y el cerebro puede descansar.
--¿Qué siente cuando escribe?
-- Cuando escribo siento cansancio y aburrimiento. En la literatura, a diferencia de la pintura, como manejas ideas, el cerebro no descansa, por esto es más agotadora.
--¿Entonces no le encuentra placer a escribir?
--No sé dónde radica ese placer de la creación literaria del que hablan algunos. Supongo que será luego, una vez terminado el libro, en esa pequeña vanidad de que te digan, de que seas… Francamente yo no he disfrutado ese placer que, dicen, se experimenta al sentarse uno delante de la máquina.
--¿Pero Candel no dejaría, por nada del mundo, de ser escritor?
--Si me dijeran que ya no escribo más, me cabrearía mucho.
--Cuando escribe, ¿tiene en cuenta a algo o a alguien?
--No demasiado. Y si alguna vez reparo en alguien, antepongo el lector al crítico. Hay gente que lo hace al revés. Pero no quiero que me domine ninguno de estos dos elementos. Aunque a veces es inevitable pensar en ellos… Yo quiero escribir como deseo. No obstante, no se puede dejar escapar una cierta autocrítica.
--¿Qué es un escritor?
--Sencillamente una persona que trabaja con ideas, con palabras.
--¿Cuando escribe se desnuda usted? (Por dentro, claro)
--Del todo puede que no. ¿Qué si es peligrosa la cuartilla en blanco? Es bastante cierto que el papel es peligroso. Cosas que uno no se las contaría a nadie, al folio se las cuenta, aunque sea disimulando; aunque sea con unos personajes con nombres inventados. El papel tira. Ya lo dijo un escritor del siglo XIX, José de Selgas y Carrasco, que tiene un artículo titulado El artículo, donde cuenta lo que a nadie le contaría.
Francisco Candel es autodidacta, por necesidad. Es hijo de una familia obrera, de trabajadores emigrantes, que no hicieron de la cultura un norte. De niño se traslado con sus padres a vivir a Barcelona. Los primeros años la familia Candel habitaba una de las múltiples barracas que ocupaban la montaña de Montjuïc. Eran tiempos malos, de penurias en todo el país, los años cuarenta. Del mismo modo que en muchas familias españolas, en la de Paco Candel lo que primaba era labrarse el sustento diario. En Hay una juventud que aguarda, el mismo autor relata esta época de su adolescencia, abordando el tema de su desarrollo y educación: “Me criaba débil, delgaducho y siempre estaba delicado. Mi padre me llamaba de todo, mayormente inútil y birria.” El joven Paco trabajaba de mecánico; con menos de veinte años cae enfermo de tuberculosis, enfermedad que azotaba a los jóvenes de entonces.
--¿Hasta qué punto influyó la enfermedad en su posterior carrera de escritor?
--
No sabría decirte con certeza cuánto, pero sí que influyó. Ya te he dicho que lo quería ser era pintor. En cualquier caso, durante la enfermedad tuve que hacer un largo reposo absoluto, en el cual creo que me curé porque leí mucho. Estuve enfermo dos veces; recaí por dos veces. Creo que fue la segunda vez, que también leí mucho, cuando de pronto descubrí la vocación, en el sentido de que leí una serie de novelas, que actualmente ya no están ni de moda, como fueron Cuerpo sin alma y El coraje de vivir, que narraban cosas de barrios, de gente trabajadora, etc. De repente entendí que se podía escribir de lo que uno quisiera.
--Y puso manos a la obra…
--Me puse a escribir en los ratos libres, pues en aquellos tiempos trabajaba de oficinista. (Cuando salí de mi larga enfermedad, tuve que dejar el taller.)
--¿Qué fue lo primero que escribió?
--Una novela; una novela que resultó muy mala. Fue el resultado de lo que había entendido leyendo a unos escritores y a otros. Es decir: yo había llegado a la conclusión de que podía escribir mis experiencias, mi vida. Mi vida podía ser una novela. Entonces, como mi vida era la de un tuberculoso, escribí una novela de un sanatorio. Una novela que no la quiso ningún editor, que no ganó ningún premio y que la arrinconé.

EL ESCRITOR SIEMPRE TERMINA POR CREAR SU PROPIO MUNDO

En otra novela posterior, en la cuarta que publicó,
Temperamentales, pequeña montaña mágica a nivel de tintorro celtibérico, como un Thomas Mann de fonda barata, Candel se vale para incluir los detritos más aprovechables de la novela del sanatorio. En la fonda hay un personaje que hace una cura de pulmones.
Con todo, la primera novela que consigue publicar, la segunda que escribe,
Hay una juventud que aguarda, es asimismo autobiográfica, casi fotográfica de sus comienzos como narrador. En ella se relatan las peripecias del Candel aprendiz de escritor. Posteriormente escribió Donde la ciudad cambia de nombre, ensayo que retrata los barrios donde había vivido y que tuvo un gran éxito extra literario.
--¿Qué ocurrió con esa novela?
--Sufrí las iras por parte de algunos de los personajes que aparecían en el libro: amenazas e incluso agresiones. Estaban muy indignados conmigo por lo que contaba de ellos. Durante un tiempo lo pasé realmente mal. Pero me di cuenta de que tenía que jugarme el todo por el todo. El libro siguió adelante, tuvo gran resonancia en prensa y radio (en aquellos tiempos no había apenas televisión), y de la noche a la mañana me convertí en eso tan etéreo que se llama un personaje famoso o conocido. Entonces dejé el trabajo de oficinista y me dediqué por completo a escribir.
En efecto, se dedicó a escribir de sí mismo, de su barrio, de su gente. Francisco Candel capta la vida con humildad y ternura. Sus personajes son de carne y hueso, y él, entre lo vivo y lo pintado, se ha confundido con sus personajes para enseñarnos, en viva prosa, lo que tiene ante sus ojos, el mundo donde vive: los arrabales de la colosal Barcelona.
--Se dice que un escritor escribe siempre un mismo libro, y que un pintor pinta siempre un mismo cuadro. García Márquez dijo de sí mismo que lo único que había escrito era el libro de la soledad.
¿Usted qué libro ha escrito después de haber publicado más de cuarenta?
--Muy difícil contestar esa pregunta. Uno, al cabo de escribir tanto termina por crear su propio mundo, su propia geografía literaria. Aunque yo no sabría decirte así, de forma lapidaria, cuál es el libro que yo he escrito.
El profesor José Mª Rodríguez Méndez, uno de lo críticos que más profundamente ha ahondado en la obra de Francisco Candel, observaba en uno de sus estudios que en la literatura castellana existen pocas obras testimoniales y verdaderamente realistas como las del autor barcelonés, susceptibles de convertirse en piezas históricas a partir de las cuales pueda reconstruirse la humanidad sufriente de su tiempo. Según el crítico, la obra de Candel es una especie de reflexión sobre un tiempo y un espacio concretos. Casi toda su obra tiene lugar en un tiempo determinado: un tiempo duro, cruel y lleno de injusticias.
--¿Cuándo se pone delante de la máquina, que es más importante para usted el fondo o la forma?
--Son dos cuestiones a discutir. Por ejemplo, en estos momentos y siempre, la crítica se ha dejado seducir por el estilo, por la retórica. En el siglo de oro, la crítica de la época señalaba mejor escritor a Góngora que a Cervantes, y el tiempo se ha encargado de demostrar que era al revés. Lo mismo ocurrió con Teófilo Gautier y Fedor Dostoievski. Apresuradamente, puedo decir que prefiero el fondo a la forma, pero no. Porque un buen argumento se puede perder con una mala forma, mientras que un argumento pésimo escrito con buen estilo se puede salvar. No obstante me inclino más por lo que digo que por cómo lo digo, pero intento decirlo bien.
--Candel explica muy bien las cosas que cuenta, con un estilo que parece fácil, pero que no lo es. ¿Qué le parece mi apreciación? ¿Está de acuerdo conmigo en esta aparente sencillez que denotan sus escritos?
--Tú lo has dicho: aparentemente escribo sencillo. (El estudioso de mi obra podrá calibrar lo que hay o no de sencillez y de superficialidad en ella.) Luego te encuentras con el que te quiere imitar y no le sale bien, no lo consigue. Escribo tan aparentemente sencillo que hay quien cree que lo que yo he hecho no tiene mérito alguno. Y puesto que he escrito cosas que suceden en el mismo barrio donde vivimos, hay quien piensa que podía hacer lo mismo. A algunos de los cuales, a veces, les he invitado a que lo hagan. Al cabo del tiempo, cuando me he encontrado con ellos, les he preguntado por la novela de la fábrica que estaban escribiendo (porque ellos me decían que lo que yo he contado de mi barrio es lo mismo que ellos contarían de la fábrica donde trabajaban.) Acababan por confesarme que el libro no les salía.
--Lógico, por lo demás. No todo el mundo está capacitado para escribir libros.
--Es aquello de la difícil sencillez de la que hablaba Pío Baroja; y también de lo que explicaba Picasso, cuando decía que para dibujar mal primero es necesario saber dibujar bien. O sea, que esta sencillez expresiva, que a veces manifiesto y a veces no, no es tan sencilla como parece, ni tampoco es fruto de la desidia, sino que es consecuencia de un trabajo minucioso.
--Cuando le hablaba de sencillez no me estaba refiriendo a que su literatura sea simplista, a que su estilo sea insulso…
--No; pero la crítica necia, la que no hurga en la verdad de cada escritor, sino que se guía por los clichés, llega hasta el punto de decir que uno no sabe ni escribir. También tildaban de mal escritor a Baroja. Es cierto que a primera vista da esa impresión, pero no es fácil escribir así. Por lo general, escribir mis novelas me cuesta meses, años; y nunca escribí de corrido un cuento, ni siquiera un artículo: en ocasiones me tardo un día o dos. Sin embargo, el que lo lee no nota que hay un salto de creación, sino que piensa que lo he escrito de un tirón, de corrido.
--En distintos momentos de nuestra charla ha sacado a relucir a la crítica. A un servidor le da la impresión como si ésta le preocupara demasiado. Parece usted enojado, y emplea un vocabulario displicente para referirse a ella, como si no recibiera por parte de los críticos la consideración que usted estima que merece. ¿Cuál es su opinión al respecto? ¿Le preocupa mucho lo que digan de usted?
--Muchos escritores hablan despectivamente de los críticos, y dicen que no les preocupan lo más mínimo. A mí no es que no me preocupe, no. Lo que ocurre es actualmente existe una crítica deslavazada en su contextura. El pobre crítico no se gana bien la vida con este trabajo; muchas veces se siente atosigado y se mueve por esquemas. Un crítico que nace, acostumbra a recoger toda la carga crítica que dejaron los que le precedieron. Ejemplo: un crítico dirá que Vargas Llosa es un gran escritor, si llega el caso, sin haberlo analizado siquiera, porque ya se ganó la fama de buen escritor. Con uno sucede lo mismo. En ocasiones la crítica te dibuja, te desdibuja, te arrincona o te aparta, sin apenas leerte. Nunca me he sentido entendido por los críticos. Por otra parte, tampoco me han estudiado a fondo. ¿Por qué? Pues porque no han tenido tiempo, o quizás porque no he sido un escritor de bandera.
--Sin embargo, su libro Els altres catalans es de los más vendidos en Catalunya desde la guerra civil española…
--Eso es cierto. A pesar de ello me doy cuenta de que la crítica no tiene tiempo de dedicarse a un autor que considera que todavía está por hacer, pese a los años que llevo en el oficio. Entonces qué ocurre… Publicas un libro y no es que te digan que es malo o es bueno, simplemente lo ignoran. Algún crítico ha podido tener un ejemplar mío en las manos, y se ha dicho: de buena gana diría algo, pero ahora me veo asediado. ¡Con todas las trampas que hay en este mundillo! ¿Por qué todos los libros que publica la editorial Planeta merecen la crítica? Porque el señor Lara soborna a la crítica. No diré con un sobre de dinero, que puede que también, pero sí con un envío de libros, con una invitación a la cena de la entrega del premio, con una especie de continuidad de estar en contacto y en este plan.
Cuando estuve en su casa de la calle de los Ferrocarriles Catalanes, para esta entrevista, Francisco Candel me regaló varios libros suyos. En uno de ellos me escribió esta dedicatoria: A J.M.P. con afecto, de este viejo escritor que está harto de libros y literatura. Candel acaba de cumplir 60 años, pero yo no creo que esté cansado de libros y literatura; ni siquiera creo lo que me dijo al comienzo de la conversación de que a él lo que verdaderamente le hubiera gustado es ser pintor. A mi entender Francisco Candel es un escritor con vocación, un hombre enamorado de su oficio como hay pocos, en donde vida y literatura se funden en una sola cosa, aunque él diga lo contrario. Ha publicado una cuarentena de libros, además de ensayos y artículos periodísticos. En el año 1976, al año de la muerte del general Franco, fue elegido senador por la candidatura unitaria Entesa dels Catalans, de cuya experiencia escribió el libro titulado Un charnego en el Senado. Pero por encima de todo ello, del escritor y del senador, Francisco Candel es un hombre de amistad.




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